De las 18 puertas con que cuenta el Parque del Buen Retiro, empezamos nuestro recorrido por la más antigua de todas: la puerta de Felipe IV, situada en la calle Alfonso XII frente al Casón del Buen Retiro, y llamada también puerta de Mariana de Neoburgo o puerta de las Princesas.
La Puerta de Felipe IV es de estilo barroco y data del año 1680. Se realizó para servir como arco de entrada a Madrid a María Luisa de Orleáns, primera esposa de Carlos II “el hechizado”. Diez años después, en 1690, volvió a ser utilizada como entrada triunfal, esta vez de Mariana de Neoburgo, segunda esposa del rey, apodada “la alemanota”, por su origen tanto como por su estatura. La inscripción conmemorativa que llevaba el dintel, se cambió por una leyenda alusiva a la nueva reina. Es por las dos esposas de Carlos II por lo que a esta puerta se la llama también “Puerta de las Princesas”.
El rey Carlos II murió a los 38 años sin sucesión directa, poniendo fin a la rama española de los Austrias, y dando origen a la Guerra de Sucesión Española, al término de la cual se confirmó en el trono a Felipe V, iniciándose la dinastía borbónica española.
Originariamente la puerta de Felipe IV estaba sita en la Plaza de Cánovas del Castillo (Neptuno), ya que hasta allí se extendía el Real Sitio y Palacio del Buen Retiro. Durante el reinado de Isabel II, ya a mitades del siglo XIX, la puerta fue trasladada a Cibeles, donde hoy está el Palacio de Comunicaciones. Ya en 1922 el arquitecto municipal Luis Bellido dirigió la adaptación y el traslado de la puerta a su sitio actual. En el arco superior se pueden observar dos escudos: el de España en la parte exterior de la puerta, mirando al Casón del Buen Retiro, y el de Madrid con la osa, en la parte interior, mirando hacia el Parterre.
Una vez atravesada la puerta de Felipe IV, nos encontramos con el Parterre francés del Retiro, jardín de estilo barroco, caracterizado por su perfecta geometría y simetría. Cuando se construyó, era un jardín ochavado, con ocho calles cubiertas de bóvedas enramadas, que se cruzaban en una plazoleta central. Tras los destrozos provocados durante la invasión francesa, el Parterre fue objeto de una remodelación, en la que se levantaron muros de contención y se construyeron rampas de acceso. Las fuentes de alcachofa y los enormes jarrones de los laterales del Parterre son posiblemente lo más antiguo del mismo.

En la base del mirador se encuentra el monumento a Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura, erigido en 1962. La estatua que lo corona lleva la máscara del teatro sobre la cabeza. En el pedestal, la efigie de Don Jacinto con sus fechas de nacimiento y fallecimiento.
Subiendo por las rampas laterales llegamos al mirador.

En cuanto a la vegetación, llaman la atención los cipreses afanosamente redondeados con la técnica llamada “topiario”. Pero junto a otras muchas variedades de plantas, convive un árbol muy especial: el ahuehuete, uno de las árboles de más edad en Madrid, catalogado como “árbol singular”. Tiene un enorme tronco de 7 metros de perímetro, ramificado casi desde la base en numerosas y gruesas ramas, que caen en forma de candelabro. Su altura es de unos 25 metros.



Existe gran controversia sobre la edad del Ahuehuete del Buen Retiro. Se dice que tiene 240 años, pero se dice también que data del siglo XVI, si bien los técnicos del Ayuntamiento consideran que este árbol es posterior a 1814. Lo único segurísimo es que está en su lugar desde que el parque se abrió al público en 1868. El ahuehuete es originario de México. En Santa María de Tule (Oaxaca) existe uno que tiene más de 2000 años, 58 metros de circunferencia de copa y 42 metros de altura.
Según la historia, el Ahuehuete del Buen Retiro sobrevivió a la tala que realizaron en el Parque las tropas francesas al instalarse allí en la época de la invasión napoleónica, y lo utilizaron para enclavar en su copa… un cañón!. A lo que también sobrevivió fue a la tormenta Filomena de 2021, por ser conífera de hoja caduca.
Tras un corto paseo, a la izquierda del Parterre, encontramos lo que fue un estanque lobulado de estilo chinesco, llamado “Estanque de las Campanillas” porque antiguamente tenía un templete en el centro con multitud de campanillas de plata que sonaban con el viento. El estanque de las campanillas, junto con el gran estanque del Retiro, son los únicos que se conservan de los jardines originales. En la primavera de 2022 el estanque se reformó, y hoy tiene una rocalla central con cascadas en lugar del templete original. Aunque ya no podemos oír las campanillas, al menos sí podemos oír el sonido del agua.
Por los caminos secundarios del parque, llegamos al Bosque del Recuerdo, monumento construido como homenaje a las 191 víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y al agente de las fuerzas especiales fallecido el 3 de abril cuando siete terroristas se suicidaron en Leganés. Tiene 192 árboles (22 olivos y 170 cipreses), uno por cada persona asesinada, y se inauguró el 11 de marzo de 2005, en el primer aniversario de los atentados.
La variedad vertical del ciprés, con copas muy alargadas y terminadas en punta, es común en los cementerios, dado que sus raíces se internan verticalmente en el terreno, no dañando así las tumbas.

Mientras disfrutamos de la espléndida primavera del parque, vemos una pequeña ría, la ría del sur, construida alrededor de 1900. Forma un curso que corre de este a oeste, atravesado por un puente de madera, con riberas de césped, y con la cascada “de la Chopera” que cae sobre un pequeño lago.
Muy cerca de la ría podemos ver el Real Observatorio de Madrid, fundado por iniciativa de Carlos III a sugerencia del científico y navegante español Jorge Juan, que entendió la necesidad de la astronomía para su aplicación a la navegación. El edificio se construyó en 1790, obra de Juan de Villanueva, en una colina llamada el “cerrillo de San Blas”, donde antiguamente estuvo la ermita del mismo nombre. Pionero en el desarrollo de la radioastronomía, puso en marcha el centro de recepción de datos del servicio nacional de vigilancia y alerta volcánica. En la actualidad alberga las sedes del Observatorio Astronómico Nacional y del Observatorio Geofísico Central. El observatorio tiene salas que alojan el meridiano de Madrid, un péndulo de Foucault o la réplica del gran telescopio reflector con espejo de 60 cm de diámetro, construido por el astrónomo inglés William Herschel, descubridor del planeta Urano (o planeta Jorge, como lo llamó inicialmente para hacer descaradamente la pelota al rey Jorge III de Inglaterra).
En el paseo de Fernán Núñez se encuentran los Viveros de estufas, recinto construido en 1889 para albergar las diversas estufas o invernaderos dispersos por el parque, así como los talleres municipales. Los viveros son visitables en la actualidad.
Un poco más adelante, vemos la Noria del huerto del francés. De todas las norias que existieron en el parque del Retiro, cuya función consistía en suministrar agua a los jardines, estanques y a la Real Fábrica de Porcelana, ésta es la única que podemos contemplar. Su nombre deriva de haber alojado allí a las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia.

Es una noria de tipo sangre o de tiro, ya que era tirada por mulas. Consta de una primera rueda, la del aire, que se unía al animal de tiro. Cuando la mula daba vueltas, hacía girar la segunda rueda, la del agua, que extraía el agua del pozo y la llevaba a cubos de madera, que la descargaban en una tubería hacia la alberca. Sus dos gigantescas ruedas y el resto de su estructura, han sido restauradas conforme a su diseño original, para el actual disfrute de los visitantes.
En el Huerto del Francés se puede disfrutar, además, de la única alineación de almendros en el Parque del Retiro, que entre febrero y marzo florecen ofreciendo una bellísima imagen.
Donde hoy está la Glorieta del Ángel Caído, a escasos metros de la noria, Carlos III en la segunda mitad del XVIII mandó construir la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, llamada también “La China”, en la que durante 50 años se elaboraron porcelanas que compitieron con las mejores de Europa e incluso las superaron, motivo por el cual los ingleses acabaron dinamitándola por aquello de la competencia comercial. Sus porcelanas se pueden admirar hoy en diversos palacios de la Comunidad de Madrid, así como en el Museo de la Ciudad.
En el centro de la Glorieta del Ángel Caído, se encuentra la estatua del mismo nombre, una representación del diablo, que se dice que está exactamente a 666 metros sobre el nivel del mar (el número de la bestia, ¡qué escalofrío!).

El monumento está dedicado a la figura de Lucifer, el ángel que quiso ser Dios, por lo que fue expulsado del Paraíso, pasando a ser Satanás o Satán. La escultura capta el momento en el que el espíritu del mal, representado en forma de serpiente de 7 cabezas, se enrosca alrededor de su cuerpo. Se ha venido diciendo que el Ángel Caído de Madrid es el único monumento alusivo al Diablo del mundo.
Se inauguró en 1885, y su escultura principal es obra del escultor madrileño Ricardo Bellver y Bellver quien, para crear esta escultura llena de fuerza y dramatismo, se inspiró en unos versos de El paraíso perdido de John Milton: “Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”.
El pedestal y el pilón son obra de Francisco Jareño y Alarcón. La base del pedestal tiene surtidores con rostros de demonios que sujetan lagartos (la destrucción), serpientes (el mal) y delfines (la lujuria), que representan todo lo malo que le espera al ángel caído.


Entramos en la Rosaleda, diseñada por Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor de la Villa, en 1915 a imitación de las de otras ciudades europeas. Cuenta actualmente con 5.570 rosales de 120 especies diferentes. Antes de la Rosaleda (llamada en un principio “Rosería”), en este lugar se encontraba la estatua del Marqués de Salamanca, que hoy adorna la plaza del mismo nombre. Y aún antes, había un estanque que se helaba todos los inviernos y servía a los madrileños para patinar sobre hielo. Como las rosas no se llevan bien con las guerras, la Rosaleda se destruyó en la guerra civil y fue reconstruida en el año 1941.
Muy cerca de La Rosaleda está la que fue Torre de Telegrafía Óptica del Buen Retiro, conocida popularmente como el “Castillete”, de 1850. Semeja un castillo medieval, con tres pisos y cuatro torreones. En una de sus torres se instalaron anemómetros y desde otra se lanzaban y seguían globos sonda. Hoy se encuentra en rehabilitación para convertirlo en el Museo de la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología).
Es uno de los dos miradores que tiene el Retiro. El segundo de ellos está en el monumento a Alfonso XII, en el estanque grande del Retiro, y es visitable en la actualidad previa cita. Por cierto, que en tiempos de Felipe IV en el gran estanque se celebraban las llamadas “naumaquias”, espectaculares escenificaciones de combates navales que recreaban enfrentamientos en alta mar entre cristianos e infieles.
El proyecto de rehabilitación del Castillete también contempla la recuperación de otro elemento histórico del parque, el Baño de la Elefanta, un estanque con rampa utilizado para el baño de los elefantes de la cercana Casa de Fieras. El baño fue utilizado por varios paquidermos muy famosos, como “Pizarro”, que en realidad era elefanta, y que protagonizó una sonora escapada que finalizó en una bodega de la calle Velázquez, tras arrasar con las existencias del Horno de San Onofre. Murió años después, como era previsible, por una indigestión. Después de que los animales fuesen llevados al actual Zoo, el baño fue enterrado bajo más de un metro de tierra. La actual rehabilitación ha instalado una inscripción con el nombre del baño en letras de acero.
Una vez agotados con el descubrimiento de tantos rincones maravillosos de nuestro querido parque, no hubo más remedio que reponer fuerzas en “gas Rosell”… ay no, en “Bodegas Rosell”.
Esperamos nos acompañéis en nuestra siguiente ruta del mes de mayo, para descubrir, en buena compañía, otros rincones y curiosidades de nuestra ciudad.

Un afectuoso saludo,