El fin de semana pasado un grupo de asociados hicimos una ruta de lo más interesante por la zona de Atocha. Monumentos notables, pero poco conocidos, que guardan entre sus muros fragmentos cruciales de la historia de España. Os los presento.
MUSEO ANTROPOLÓGICO

En 1875 el rey Alfonso XII inaugura lo que se llamó Museo Anatómico, fundado gracias a la iniciativa personal del médico segoviano Pedro González Velasco, una reconocida eminencia de su tiempo, que invirtió todos sus ahorros en la construcción del edificio. Su arquitecto fue el Marqués de Cubas.
Tras la muerte de Pedro González Velasco, su viuda y su discípulo vendieron al Estado el edificio y todas sus colecciones. En 1890, el museo pasa a depender del Museo de Ciencias Naturales, pero dos décadas más tarde se independiza la sección de Antropología de dicho museo, convirtiéndose en el Museo de Antropología, Etnografía y Prehistoria. En esos años fue un centro científico y académico muy relevante; por citar un ejemplo, fue allí donde Santiago Ramón y Cajal tuvo instalado su laboratorio, y donde le notificaron la concesión del Premio Nobel.
Tras la Guerra Civil, aunque el edificio no fue apenas dañado, el museo se reorientó para mostrar la cultura de los países del mundo, especialmente de las ex-colonias españolas, y en 1940 fue rebautizado como Museo Nacional de Etnología.
En 1962, el edificio y sus colecciones son declarados Monumento Histórico-Artístico, evoluciona a museo universalista, y la exposición permanente pasa a estar organizada por continentes. Y en 1993 este museo se fusiona con el Museo del Pueblo Español, pasando a llamarse de nuevo Museo Nacional de Antropología… pero sólo en los papeles, pues ambas instituciones siguieron funcionando de manera independiente, hasta que se vuelen a separar administrativamente en 2004, en Museo Nacional de Antropología y Museo del Traje, éste último al que asignaron las colecciones del anterior Museo del Pueblo Español.
Así que el MNA ha cambiado mil veces de nombre, pero nunca de edificio, pues el que hoy contemplamos es el mismo que se fundó en 1875.
Nuestro guía nos cuenta la historia y leyenda de Pedro González Velasco, el fundador del museo. De familia muy modesta, fue un claro ejemplo de hombre hecho a sí mismo gracias al trabajo y al estudio, llegando a ser uno de los personajes más eminentes y reconocidos del siglo XIX. Tras obtener el título de cirujano, nació su interés por la anatomía y la conservación de cuerpos para la enseñanza. Llego a ser catedrático en la Facultad de Medicina de Madrid y ejerció como doctor en el Hospital Clínico de San Carlos (actual Museo Reina Sofía). Con el dinero obtenido de su trabajo como médico y profesor, empezó a coleccionar piezas antropológicas y etnográficas, que finalmente darían como fruto el antiguo Museo Anatómico. En aquella época, el edificio no solo cumplía las labores de museo, sino también de vivienda de la familia del doctor Velasco (hermana, esposa e hija) y de Escuela Práctica de Medicina y Cirugía.
El doctor adoraba a su hija Concepción quien, a los 15 años, contrajo un grave caso de tifus. Tratada por el doctor Mariano Benavente (padre de Jacinto Benavente), González Velasco no estaba de acuerdo con el tratamiento y administró a su hija un compuesto fabricado por él mismo que le causó una hemorragia interna y finalmente la muerte. Siempre se culpó de la muerte de su hija, y enloqueció de tristeza. Antes de que fuese enterrada, embalsamó el cadáver y, once años después, consiguió los permisos necesarios para exhumar el cadaver y trasladarlo al museo. Dicen los rumores y leyendas que instaló el cuerpo de su hija en su casa del museo, la vestía con vestido de novia, la maquillaba, la sentaba a la mesa a la hora de comer y cenar, la llevaba a la ópera o a los toros, y la paseaba en carruaje por el parque del Retiro. Finalmente, el doctor Velasco accedió a enterrarla, y lo hizo en el patio central del museo. Al fallecer, él fue embalsamado también, y enterrado junto a su hija. Tras algunos años, ambos fueron llevados a enterrar al cementerio de San Isidro.
Una de las piezas más curiosas que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología es el esqueleto del “Gigante Extremeño”. Durante uno de sus viajes, Pedro González Velasco conoció a Agustín Luengo, un joven que trabajaba en un circo exhibiendo sus increíbles 2,35 metros de altura. Al doctor le interesó este caso de gigantismo y decidió sacar a Agustín de su triste vida, acordando entregarle una nada desdeñable cantidad de dinero diario a cambio de que cediera su cuerpo al museo, una vez fallecido, para su estudio. Luengo se trasladó a Madrid y empezó a vivir una existencia despreocupada y divertida, pero por complicaciones de su enfermedad, murió en 1875 a la edad de 26 años.

El doctor Velasco se puso a trabajar en el cadáver para estudiarlo, y acabó exhibiendo su esqueleto en la sala de los Orígenes del Museo, donde podemos verlo actualmente.
En la localidad natal de Agustín, Puebla de Alcocer (Badajoz), hay un Museo del Gigante Extremeño, que exhibe, entre otros objetos, unas botas del número 52 regalo del rey Alfonso XII.
En la fotografía, el gigante extremeño entre Alfonso XII y su madre.
PANTEÓN DE LOS HOMBRES ILUSTRES
El Panteón de España (hasta 2022, Panteón de hombres ilustres) tiene como objetivo mantener el recuerdo de políticos y personalidades españolas del siglo XIX y principios del XX.
Fue la reina regente María Cristina de Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII, quien impulsó la construcción de este Panteón. La idea original era que sirviese de claustro a la nueva Basílica de Atocha, aunque finalmente este templo no se construyó. El Panteón fue proyectado por el arquitecto Fernando Arbós en estilo neobizantino, con mármoles blancos y negros, entre 1892 y 1899. Está estructurado alrededor de un patio central, y en el exterior hay un campanile o campanario de 70 metros de altura, que ha quedado hoy enclaustrado dentro de un colegio.


No fue fácil localizar los restos de los personajes ilustres que aquí reposan. Requirió investigar su ubicación, obtener la conformidad de las distintas ciudades que los albergaban, y la autorización de las familias. Finalmente, en el Panteón reposan trece personajes ilustres de la historia política y militar española, como Sagasta, Cánovas del Castillo, Dato, Ríos Rosas, Canalejas o Gutiérrez de la Concha, en magníficos mausoleos, entre los que destacan los realizados por Mariano Benlliure y Agustín Querol. Además, hay un mausoleo colectivo en el jardín del claustro del Panteón.
Mausoleo de Práxedes Mateo Sagasta
Político liberal, gran orador e ingeniero de caminos, fue 7 veces presidente del Consejo de ministros entre 1870 y 1902. Nació en Torrecilla de Cameros (La Rioja) en 1825. Fue miembro sucesivamente de los partidos Progresista y Constitucional y fundó el partido Liberal-Fusionista, todo ello durante los periodos del Sexenio Democrático (1868-1874) y de la posterior Restauración borbónica (desde 1874).
Junto al conservador Antonio Cánovas del Castillo, contribuyó a la creación del sistema político de turno pacífico o turnismo, que consistía en dos únicos partidos (Conservador y Liberal) que se iban alternando en el poder, estrategia que se afianzó en 1885 en el Pacto de El Pardo, con el propósito de evitar que la inminente muerte del rey Alfonso XII volviese a desestabilizar la política española.
Destacable en sus gobiernos son la consecución del sufragio universal masculino y los conflictos con las colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas).

El mausoleo de Sagasta fue realizado por Mariano Benlliure en mármol blanco. La figura yacente muestra al político vestido con levita, parcialmente cubierto por un gran manto con el escudo de España, y con el Toisón de Oro sobre su pecho. Sentada detrás de Sagasta, una figura femenina representando la Historia, que observa el cuerpo yacente y porta en sus manos un libro que cierra, simbolizando el fin de la vida. A sus pies, un joven obrero, como alegoría del pueblo que, con actitud indiferente se apoya sobre los evangelios, símbolo de la verdad, mientras sostiene con la mano derecha una espada con una cabeza de mujer, alegoría de la República.
Mausoleo de Eduardo Dato
Nacido en La Coruña en 1856, estudió derecho en la Universidad Central de Madrid, fundando luego su propio despacho de abogados, muy bien relacionado con la élite, relación que le condujo a la política. Figura destacada del Partido Conservador de Cánovas del Castillo, ocupó varias carteras, así como la presidencia del Consejo de ministros en tres ocasiones. Pero criticó con dureza el sistema de turno pacífico, lo que originó su disidencia del partido.
Su primera Presidencia del Consejo de ministros tuvo lugar desde 1913 a 1915, época en la que se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial. Dato supo mantener a España neutral en este conflicto, a pesar de las presiones que tuvo tanto por parte de germanófilos como de partidarios de los aliados. Dado que, durante el conflicto, la siembra no se podía hacer en los países en guerra, España se convirtió en uno de los graneros de Europa. Pero los latifundios creados con la desamortización de Mendizábal hicieron subir los precios, lo que se tradujo en un descenso del nivel de vida para las capas sociales menos pudientes, uno de los gérmenes de la que sería más tarde la guerra civil española.
Más adelante debió hacer frente a la violencia que azotaba Barcelona por los conflictos laborales entre patronos y obreros, y aplicó una política represiva contra el movimiento anarcosindicalista. En marzo de 1921 fue asesinado en la Plaza de la Independencia de Madrid, en un atentado perpetrado por tres anarquistas catalanes desde un sidecar.

A lo largo de su carrera política también desempeñó los cargos de alcalde de Madrid y presidente de Congreso de los Diputados.
Su monumento funerario es también de Mariano Benlliure, realizado en mármol y bronce. Una mujer de luto alza una cruz sobre la estatua yacente del político. A los pies, dos angelotes flanquean el escudo de España.
Mausoleo de Antonio de los Ríos Rosas
Nacido como Antonio Sánchez del Río y López de la Rosa en Ronda (Málaga) en 1812, cambió sus apellidos por Ríos Rosas, buscando una mayor «sonoridad».
Fue un jurista y político liberal moderado, que ocupó dos veces la cartera de Gobernación, y fue presidente del Congreso de los Diputados durante 3 legislaturas entre 1863 y 1872. Combatió el período de regencia del general Espartero y destacó en el Congreso por ser el más brillante orador de la clase política de la época. Fue también embajador de España en Roma.
Su monumento funerario es un sepulcro mural, tipo retablo, realizado por Pedro Estany. El sarcófago reposa sobre una base de mármol con decoración de bronce y oro. Un genio alado ofrece una rama de laurel a la efigie de Ríos Rosas, y una mujer, con gran fuerza expresiva, llora abrazada al féretro.

Mausoleo de Antonio Cánovas del Castillo
Político conservador y literato, fue uno de los artífices de la restauración de Alfonso XII y máximo dirigente del Partido Conservador, que él mismo creó.
Ejerció el cargo de presidente del Consejo de ministros en seis ocasiones, alternando en el poder, principalmente con su rival político Sagasta. Bajo su gobierno se aprobó la Constitución de 1876 y contribuyó al sistema de turno pacífico. Sus gobiernos estuvieron marcados por un mayor desarrollo del capitalismo en lo económico, por la creación del Código de Comercio en lo jurídico, por los conflictos con Cuba que desembocaron en la guerra de Independencia cubana, y por las crecientes tensiones con anarquistas y otros colectivos obreros. Murió asesinado en 1897, durante su sexto mandato, a manos de un anarquista italiano, mientras descansaba en el balneario de Santa Águeda en Mondragón (Guipúzcoa).
Su monumento fúnebre está realizado en retablo de mármol blanco por Agustín Querol. La figura de Cánovas reposa sobre un sarcófago en cuyo frente aparecen seis virtudes: Templanza, Sabiduría, Justicia, Elocuencia, Prudencia y Constancia. Una figura femenina llora a su cabecera, mientras que otras dos enmarcan el retablo. Al fondo, un relieve de Cristo Resucitado rodeado de figuras asombradas por su aparición.


Mausoleo Conjunto
En el patio del claustro encontramos este mausoleo construido en 1857 por suscripción popular y trasladado al jardín de este Panteón en 1912.
El mausoleo es un cuerpo cilíndrico terminado en un cono recubierto de escamas y rematado por una estatua de la libertad de la que luego hablaremos. En las paredes exteriores del mausoleo tres estatuas, representando la Pureza, el Gobierno y la Reforma, se apoyan sobre los sarcófagos de Juan Álvarez Mendizábal (político liberal, responsable de la desamortización), Agustín de Argüelles Álvarez (abogado y político, además de presidente de las Cortes y tutor de la reina Isabel II) y José María Calatrava (político y escritor), para cuyos restos estaba destinado inicialmente el monumento. Pero después acogió también los restos de Diego Muñoz-Torrero (Diputado de las Cortes de Cádiz y sacerdote impulsor del fin de la inquisición española), Francisco Martínez de la Rosa (primer presidente del Consejo de ministros de España, además de poeta y dramaturgo) y Salustiano Olózaga (presidente del Consejo de ministros y embajador en Francia). También acogió temporalmente los restos de Prim, Palafox y Castaños, que posteriormente fueron trasladados a sus localidades de origen.



Unas palabras sobre Juan Álvarez Mendizábal: Juan de Dios Álvarez Méndez nació en Chiclana de la Frontera (Cádiz) en 1790, en una familia de comerciantes cristianos descendientes de judíos. La necesidad de disfrazar su origen, le llevó a cambiar su segundo apellido (de origen judío) por el de Mendizábal (de origen vasco) y «cambiar» su lugar de nacimiento a Bilbao. Pero cuando después fue presidente del gobierno, soportó la chanza de que le apodasen “el rabino Juanón” y le dibujasen con un rabo.
Se le reconoce el talento de estar siempre aplicado al trabajo para adquirir fortuna. Durante la Guerra de la Independencia, el joven Mendizábal acabó dedicándose a tareas de avituallamiento a las tropas españolas. Se introdujo en círculos liberales y preparó el pronunciamiento de Riego, que obligó al rey a aceptar la Constitución de 1812. También actuó en tareas de avituallamiento del ejército organizado por Fernando VII para recuperar las colonias españolas en América (1820). Sus actividades comerciales y, en especial, las contratas de suministro al ejército, no le fueron nada mal: hubo quien lo acusó años más tarde de beneficiarse de sus contactos con la clase política para realizar sus grandes negocios.
No ocupó cargos políticos durante el siguiente Trienio Liberal, pero se exilió cuando los «Cien mil hijos de San Luis» restablecieron en España el absolutismo (1823). Sin embargo, sus actividades comerciales en Inglaterra le proporcionaron una gran fortuna basada en la exportación del vino de Jerez.
Su prestigio político entre los exiliados liberales se acrecentó cuando contribuyó a financiar la expedición militar británica que acabó con el absolutismo en Portugal. Por tal motivo, la corriente progresista del liberalismo español le propuso para sustituir en el gobierno al moderado Martínez de la Rosa en 1835.
Un movimiento revolucionario obligó a la regente María Cristina de Borbón a entregar el poder a Mendizábal, que fue nombrado ministro de Hacienda y primer ministro (1835-36). Se dice que Mendizábal le dijo a la reina: “si me haces presidente, te quitaré la ruina”. Y lo hizo con una medida muy especial, la desamortización (1836), proceso de nacionalización de los bienes civiles y eclesiásticos que no se podían comprar ni vender, para enajenarlos inmediatamente en favor de ciudadanos individuales en pública subasta, que podía ser pagada en efectivo o con bonos. El término “Manos muertas” se utilizó principalmente para la propiedad eclesiástica, si bien la desamortización afectó a fincas rústicas y urbanas, edificios conventuales, archivos y bibliotecas, pinturas y ornamentos y hasta derechos censales de las instituciones afectadas. Tenía por objeto dinamizar la economía agrícola del país, sacando al mercado el patrimonio inmobiliario acumulado por las órdenes religiosas, formando con sus compradores una clase media dispuesta a apoyar el régimen liberal y la causa de Isabel II; al mismo tiempo, la operación serviría para reducir la agobiante deuda pública y proporcionar al Estado medios económicos con los que financiar la guerra civil contra los carlistas.
La estatua de la Libertad española
Que no se diga que no somos pioneros en España. Treinta y tres años antes de que el escultor francés Bartholdi regalase una estatua de la Libertad a la ciudad de Nueva York (1886), en España existían ya dos estatuas de la libertad: la primera, en el frontón del congreso de los diputados, y la segunda, de 1853, sobre el mausoleo conjunto del patio del Panteón de España.


En esta estatua, esculpida en mármol blanco de Carrara por Ponciano Ponzano, la libertad está representada por una mujer joven coronada con rayos solares que indican la perfección y la luz, de dos metros de altura, pecho semidesnudo, y portando en su mano derecha un yugo que ha roto y que pisa con su pie, simbolizando el final de la opresión, y en la mano izquierda un cetro, símbolo de la independencia.

A los pies de la escultura aparece un gato que, por ser animal difícil de controlar, representa también la libertad.
Ponciano Ponzano fue un importante escultor aragonés de reconocido prestigio en el siglo XIX. Estuvo becado en Roma y, a su regreso a España, fue nombrado académico de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde ejerció como profesor. En 1845 fue nombrado escultor de cámara honorario en la Corte de Isabel II.
Estricto amante de la perfección, destacó por su excelente formación y su equilibrada corrección. Realizó numerosos bustos de personas reales, el tímpano de la portada de la iglesia de los Jerónimos, algunas esculturas del Panteón de los Infantes del Escorial, el frontón del Congreso de los diputados, y los leones que franquean su puerta, esto último a pesar de ser sumamente supersticioso y creer que esculpir animales daba mala suerte. Los leones del Congreso están esculpidos con bronce de los cañones capturados al ejército marroquí en la batalla del Wadi-Ras de 1860. Curioso es que no son iguales: uno de ellos pesa 200 kg más que el otro, en parte porque carece de saco escrotal. El pueblo los rebautizó como Daoiz y Velarde.
Aunque de carácter afable y abierto, resultó muy controvertido en su tiempo por su marcada personalidad y excesivo gusto por el sarcasmo. Tuvo muchos y grandes amigos y, por su envidiable situación social de influyentes amistades en la Corte, trabajó muchísimo para Reyes. Pero, a pesar de los honores y encargos que recibió de la administración, su paga fue siempre escasa, y su pobreza casi continua.
En este punto ya nos invitaron a abandonar el Panteón pues era la hora de comer. Una pena, porque la cantidad de historia de España que hay aquí es increíble. En cualquier caso, todavía tuvimos tiempo de que nuestro guía nos diera unas pinceladas sobre los dos últimos mausoleos:
Mausoleo de José Canalejas Méndez
Nacido en Ferrol en 1854, fue abogado, político liberal y literato. Ejerció como ministro de varias carteras, tanto durante la regencia de María Cristina como durante el reinado de Alfonso XIII, de presidente del Congreso de los Diputados entre 1906 y 1907, y de presidente del Consejo de ministros entre 1910 y 1912. En este último cargo, murió asesinado por un disparo de un pistolero simpatizante anarquista en la Puerta del Sol.

En su monumento funerario, realizado por Mariano Benlliure en mármol blanco, dos hombres y una mujer trasladan el cuerpo del político asesinado hacia su sepulcro, a semejanza de algunas obras que representan el traslado del cuerpo de Cristo. En la parte trasera, bajo una cruz, dos guirnaldas con hojas de laurel y encina, símbolo de la inmortalidad.
Mausoleo de Manuel Gutiérrez de la Concha
Conocido por su título nobiliario de Marqués del Duero, nació en Córdoba (Argentina) en 1808. Fue un militar y político de tendencia liberal moderada, notable por su combate contra las insurrecciones carlistas.
El monumento funerario es de Arturo Mélida y Elías Martín. El sepulcro mural, consta de un arco bajo el que aparece Marte, el dios de la guerra, sosteniendo un medallón con el busto en relieve de Gutiérrez de la Concha. En la base aparece un león, símbolo de fortaleza y autoridad.

REAL FÁBRICA DE TAPICES
La Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara fue fundada en el año 1720 por Felipe V tras la interrupción de la importación de tapices flamencos tras la Paz de Utrecht. En sus inicios fue dirigida por Jacobo Vandergoten y su hijo, procedentes de Amberes, y ocupó una finca en las “afueras” de Madrid, en la Plaza de Santa Bárbara frente a la iglesia de la que toma su nombre. Sus telares realizaban tapices a partir de modelos de diseño flamenco.
Sin embargo, su verdadera importancia comienza en 1746 durante el reinado de Fernando VI, con un decisivo mecenazgo real y renovación de los estilos de los cartones más orientados a pintores italianos y franceses.
La época más brillante de esta fábrica fue con Carlos III, época en la que se recibieron muchos pedidos de Europa. En los nuevos diseños colaboraron muchos artistas, pero por encima de todos los destacó la labor de Francisco de Goya desde su llegada a la fábrica en 1775, como pintor de cartones. Fue él quien logró conjugar los estilos de las escuelas anteriores y crear un estilo propio, que caracterizó a la Real Fábrica hasta su declive tras el reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia.
A finales del siglo XIX, en 1889, con la ampliación de Madrid, la Real Fábrica trasladó su actividad a un edificio de la calle Fuenterrabía de estilo neomudéjar, donde se encuentra hoy. Recuperó su condición de “Real” Fábrica en 1982, y en la actualidad mantiene la actividad para la que fue creada, pero además es también un espacio para celebraciones de bodas o visitas guiadas en las que se puede apreciar la confección de un tapiz de forma casi idéntico a como se hacía antes.
BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE ATOCHA
La Basílica de Nuestra Señora de Atocha, sita en la Avenida del Mediterráneo, es una de las siete basílicas que existen en Madrid, junto con la Real Basílica Colegiata de San Isidro, la Basílica de Jesús de Medinaceli, la Real Basílica de San Francisco el Grande, la Basílica Pontificia de San Miguel, la Basílica Hispanoamericana de Nuestra Señora de la Merced y la Basílica de la Milagrosa.

El santuario de Atocha fue elevado a la categoría de basílica en 1863 a petición de la reina Isabel II, gracia que le fue otorgada por el papa Pío IX.
Fue utilizada como cuartel durante la invasión francesa, produciéndose robos y destrucciones de incontables obras de arte. Pero en 1888, la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, al ver el estado en que se encontraban los edificios, mandó el derribo de los mismos y ordenó la construcción de otro complejo que incluiría, adosado al templo, un Panteón de Hombres Ilustres.
El concurso público lo ganó el arquitecto Fernando Arbós y Tremanti, proyectando una basílica en estilo neobizantino, con un panteón y un campanario. Las obras comenzaron, pero por problemas económicos sólo se llevó a cabo el panteón y el campanile.
Tras la Guerra Civil todo el conjunto de iglesia y convento fue incendiado, reedificándose entre 1946 y 1951 en ladrillo.
Es éste un lugar histórico de la ciudad de Madrid que ha albergado multitud de ceremonias, en su mayoría vinculadas a la Corona, vinculación que se remonta a tiempos de Felipe II, cuando este monarca llamaba a la virgen “la Patrona de Madrid y de todos los Reinos” y solía visitar el santuario antes y después de cada batalla. Por su parte, Felipe III puso bajo patronato real la iglesia y el convento de Atocha, y Felipe IV la proclamó protectora de la familia Real y de la Monarquía española. En la actualidad es una parroquia que mantiene viva esta relación con la Casa Real: ante la imagen de la Virgen se encomendaron los recién casados Príncipes Felipe y Letizia que, más tarde, presentaron a las Infantas Leonor y Sofía tras su nacimiento.
La Virgen de Atocha es la más antigua patrona de la ciudad, apareciendo ya su culto en época visigoda. Los primeros documentos encontrados, titulan la imagen de la Virgen de Atocha como Nuestra Señora de Antioquía.
La pequeña imagen tiene una altura de unos 60 cm, en madera sin policromar, negra, de estilo románico y enriquecida con joyas y diversos ornamentos aportados por sus fieles. De hecho, la Reina Isabel II atribuyó a un milagro de esta Virgen el haber salido ilesa de un atentado y regaló a la imagen dos coronas de brillantes y topacios y un manto real de terciopelo y armiño bordado en oro. El niño hace la señal de perdón según el rito oriental y la Virgen le ofrece una manzana para liberarle del pecado.
El nombre de Atocha tiene su origen en los “atochales”, lugares donde abunda la planta atocha o esparto.
Pero aquí no acabó nuestro recorrido (bueno, el cultural sí). Con el calor estival de este otoño se hizo necesario tomar un refrigerio y el lugar elegido fue una taberna centenaria de la zona, “Bodegas Casas”, que cuenta con un vermut y un ambientillo excelentes. Tanto es así que un grupo de asociados decidimos seguir y seguir y seguir con el tapeo.


Cultura y gastronomía, buena combinación!!!.
Os esperamos en la próxima visita de noviembre.