Visita guiada septiembre 2023 – «Ruta por Toledo»

El sábado pasado un grupo de compañeros aprovechamos el buen tiempo para realizar una agradable visita guiada, esta vez no por Madrid, sino por Toledo.

Toledo es conocida como “la ciudad imperial”, por haber sido la sede principal de la Corte de Carlos I, y también como “la ciudad de las tres culturas”, por haber estado poblada durante siglos por musulmanes, judíos y cristianos.

Su entrada en la historia se produce en el año 192 antes de Jesucristo, al ser conquistada por los romanos, que la denominaron Toletum. Con la desaparición de la Hispania romana, la ciudad fue ocupada por pueblos germánicos.

Tras las invasiones germánicas, los visigodos la convirtieron en su capital. La conversión de su rey, Recaredo, en el 587, y la celebración en ella de los concilios visigóticos, iniciaron la vinculación de la ciudad con el cristianismo, que culminaría siglos después con su designación como sede primada de España.

A partir de la llegada de los musulmanes en el año 711, comenzó a fraguarse la tolerancia entre las tres culturas y religiones. Toledo fue capital de la Marca Media, una de las tres demarcaciones territoriales en que estaba dividido al-Ándalus, y fue la segunda ciudad de importancia tras Córdoba.

Las tropas cristianas de Alfonso VI entraron en Toledo en el año 1085, poniendo fin a la dominación árabe de la ciudad. En esos siglos medievales, la ciudad de Toledo fue sede de la Corte y capital de la monarquía castellana, y se desarrolló la “Escuela de Traductores de Toledo”, impulsada principalmente por Alfonso X el Sabio.

En el siglo XVI, tras el traslado en 1561 de la corte a Madrid, la ciudad entró en decadencia, si bien siguió siendo la capital eclesiástica hasta Carlos III y la desamortización de Mendizábal. Ya en época contemporánea, se recuerda el asedio y defensa del Alcázar durante la guerra civil española.

Así nos recibió Toledo: histórica, multicultural, elegante y misteriosa. Con sus murallas que se han ido ampliando hasta llegar al rio (defensa natural), con sus puertas con arcos de herradura, y con sus empinadísimas calles… gracias a las que recuperamos la forma física perdida con las cervecitas veraniegas.

Iniciamos la ruta en la Plaza de Zocodover, preciosa plaza con balconadas, donde confluyen un montón de calles, … y llena hasta la bandera de turistas. Ha sido el punto neurálgico de la vida social de la ciudad desde tiempos medievales. Su nombre procede del árabe y significa «mercado de bestias de carga», pero no solo fue mercado, sino que allí se organizaban cucañas, se corrían toros, se representaban autos de fe, y se realizaban ejecuciones públicas de reos. Un completo.

Atravesamos el Arco de la Sangre, también denominado “puerta de los caballos”, arco de herradura perteneciente a la antigua muralla árabe.

Al final de las escaleras que bajan del arco, está la Posada de la sangre, donde se dice (erróneamente) que Cervantes escribió “La ilustre fregona”.

Precisamente allí hay una escultura de Don Miguel de Cervantes a tamaño natural, que da la espalda al Arco de la Sangre, para así poder ver los amaneceres de la ciudad.

Un poco más adelante, hacemos una parada frente a la impresionante fachada plateresca del Museo de la Santa Cruz, coronada por las figuras de Santa Elena, con su omnipresente cruz, y del Cardenal Mendoza, arrodillado ante ella.

Fundado por éste, antiguamente fue un hospital, que incorporó nuevas ideas sobre la importancia de la higiene, la ventilación y la luz del sol. Su objetivo fue atender, principalmente, a los niños incluseros.

Hoy es un Museo de arte, en cuyo patio se exponen obras de El Greco y arqueología romana.

Bordeando el Museo del Ejército, sito en el edificio del Alcázar, nos asomamos al Mirador del Alcázar, para contemplar la maravillosa vista del rio Tajo rodeando Toledo. A un lado del río, la imponente mole del Alcázar y, al otro, el Castillo de San Servando y la Academia militar de infantería.

Escuchamos aquí la curiosa historia de Juanelo Iturriano, un ingeniero e inventor, relojero de la Corte de Carlos I y matemático mayor de Felipe II, que trabajó y vivió en Toledo y fue responsable de múltiples obras e inventos:

  • Campanas del Monasterio de El Escorial.
  • Reloj astronómico “El Cristalino”, capaz de indicar la posición de los astros en cualquier momento del año.
  • El “hombre de palo”, un autómata de madera, que representa un monje con capacidad para mover piernas y brazos, construido con el fin de recolectar limosnas.
  • Pero lo que le hizo más famoso fue la construcción de un artificio llamado “el ingenio de Toledo”. El problema del agua era muy crítico en aquellos tiempos en Toledo (más o menos como ahora) y, a pesar de que la tenían muy, muy cerca, en el rio, la población subsistía a nivel de aljibes. El ingenio era una máquina hidráulica compuesto de grandes cucharas de madera que se iban pasando el agua en altura creciente. Era capaz de subir agua desde el rio Tajo al Alcázar y a la ciudad, situada a casi 100 metros por encima del nivel del cauce del río.

El Real Alcázar de Toledo es una fortificación de carácter civil y militar, ubicada en una de las partes más altas de la ciudad. Su privilegiada situación ha hecho de él un lugar de gran valor estratégico, y así lo intuyeron los diversos pueblos que se asentaron en él.

Antes de los árabes, en el siglo III, se utilizó como palacio romano, en el que establecieron la sede del magistrado o pretor. Su nombre en árabe es “Al Qasar”, que significa fortaleza. Alfonso X el Sabio mandó construir las cuatro torres de planta cuadrada que forman las cuatro esquinas del edificio. Restaurado bajo el reinado de Carlos I, éste quiso utilizarlo como residencia regia. El edificio quedó prácticamente reducido a escombros tras los 70 días de asedio en el verano de 1936 por las tropas de la Segunda República, durante la guerra civil española.

Tiene forma cuadrangular, con cuatro fachadas, cada una con un estilo diferente: plateresca, churrigueresca, medieval y renacentista.

En su exterior, en la esquina de la calle Unión con la Cuesta de los Capuchinos, está el Monumento a la gesta del Alcázar o “El ángel del Alcázar”, de Juan de Avalos.

Actualmente el Alcázar de Toledo es sede del Museo del Ejército y de la Biblioteca de Castilla-La Mancha.

La Puerta del Sol es una construcción de estilo mudéjar toledano del siglo XIV, que probablemente se construyó sobre una torre anterior romana.

Su función, más que defensiva, era dar acceso a la ciudad amurallada a la aristocracia.

Se trata de una puerta de albarrana o torre que se proyecta varios metros desde la muralla hacia afuera y unida a ella por un muro. Su arco de acceso es de herradura, enmarcado dentro de un gran arco de herradura apuntado.

En el siglo XVI, sobre este arco se añadió un medallón con un relieve que representa el milagro de la imposición de la casulla a San Ildefonso. Y en el siglo XVII, sobre el medallón se añaden unas pinturas de una luna y un sol. De este sol, su actual nombre.

La Puerta de Valmardón fue construida en el siglo X y es la más antigua de la ciudad de Toledo. Debe su nombre al vocablo árabe “Bab-al-Mardon” que significa «puerta tapiada», ya que durante un tiempo estuvo tapiada, utilizándose en su lugar la Puerta del Sol, muy cercana.

Su función era dar acceso a la medina islámica de Toledo. Inicialmente, este acceso a través de esta puerta se realizaba por dos arcos de herradura, que fueron convertidos posteriormente en arcos de medio punto.

Atravesando esta puerta de Bab-al-Mardum, llegamos a la antigua Mezquita del mismo nombre, actual Ermita del Cristo de la Luz.

Construida en el año 999, es el único monumento de Toledo conservado (= en pie) anterior a la Reconquista.

Es uno de los lugares más increíbles que se puede encontrar en Toledo, pues aglutina restos romanos (calzada), restos visigodos, restos musulmanes y restos mudéjares.  

La mezquita original era cuadrada y pequeña, con unos arcos policromados increíbles que todavía se conservan, pero fue reconvertida en iglesia cristiana dos siglos después por Alfonso VI, que añadió un ábside siguiendo el estilo de la mezquita primitiva, lo que ha dado lugar al más claro ejemplo de arte mudéjar puro.

Su nombre actual, Ermita del Cristo de la Luz, se debe a los testimonios de la existencia de una talla de un Cristo, actualmente en el Museo de Santa Cruz, y de una desaparecida imagen de la Virgen de la Luz.

Algunas calles de Toledo se encuentran parcialmente cubiertas por estructuras que comunican dos viviendas de los dos lados de la calle. Son los llamados “cobertizos”, pasadizos que unen dos construcciones laterales, creando un puente o túnel.

La zona de los cobertizos es una de las zonas más bellas de un Toledo poco conocido, pero mágico, por el silencio y el ambiente que desprende. Pasear por estas calles es como remontarte siglos atrás, como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar.

La zona de los cobertizos se encuentra dentro de la zona conventual de la ciudad. En ese lugar encontramos conventos como el de Santa Clara, el de los Carmelitas Descalzos, el de las Comendadoras de Santiago, el de Santo Domingo el Real y el de las Capuchinas. Se entra en la zona desde el Convento de las Carmelitas Descalzas.

Además de para comunicar espacios, los cobertizos eran estructuras creadas para ganar espacio en la ciudad… aunque fuera en altura. El problema de Toledo era el espacio; precisamente, ésta fue una de las razones de trasladar la capital a Madrid. Pero, antes de hacerlo, el espacio lo sacaron de las alturas, creando pisos que enlazaran con otras viviendas, con el fin de aprovechar al máximo el escaso espacio disponible. 

Este tipo de construcción imperó en Toledo. Aunque hoy no se conservan muchos, los más famosos e importantes son los de esta zona.

El problema fue que este tipo de estructuras convirtió a la ciudad de Toledo en una ciudad oscura e insalubre. Aunque lloviese, si la calle era plana y estaba techada, el agua no corría, con lo que no se limpiaba, y la basura e inmundicias quedaban ahí acumuladas. De ahí la insalubridad y el mal olor que debían desprender esos lugares.

Fue la reina Juana de Castilla (Juana la Loca) la que, dándose cuenta de esta insalubridad, decidió prohibirlos en el año 1509. De hecho, a mediados del siglo XVI se eliminaron muchos de ellos. Cuenta la historia que sólo se permitía mantener o construir nuevos cobertizos si éstos cumplían una curiosa norma: solo aquellos por los que cabía un caballero montado a caballo y con la lanza en vertical apoyada en el estribo, quedaban amnistiados; el resto, los derribaban.

Muchos cobertizos tuvieron que construirlos más altos para cumplir la norma. Pero en otros, como es el caso del Cobertizo de Santa Clara, lo que se hizo fue lo contrario: rebajar el suelo picando en la roca madre. Gracias a este “truco”, este cobertizo no estuvo sentenciado y ha llegado a nuestros días.

En el caso del cobertizo vecino, el de Santo Domingo el Real, muy largo, altísimo e iluminado con dos faroles, llama la atención la enorme cruz que hay a la mitad del mismo, y que indica que, justamente detrás del muro, están el altar y el Santísimo. Todos los que pasaran por allí, al ver la cruz, debían mantener respeto y rezar una oración.

Como este tipo de cruces solían tener un candil siempre encendido (aún puede verse la hornacina donde estuvo colocado), éste servía para mantener iluminado el cobertizo, tanto como por la noche como por el día. Y es que, el tema de la iluminación de los cobertizos es algo que también se reguló para evitar la delincuencia en esos lugares tan oscuros.

Por estos cobertizos, al ser zona conventual, pasan las principales procesiones de Semana Santa. Una de las más llamativas es la del Cristo Redentor, que sale del vecino Convento de Santo Domingo el Real, situado en la plaza del mismo nombre, zona por la que se perdían artistas y escritores buscando la inspiración en el silencio. Entre ellos estaba Gustavo Adolfo Bécquer, con lo que la plaza es conocida popularmente por Plaza Bécquer, y cuenta con una placa que así lo indica.

Nuestro guía nos cuenta una de las “Rimas y leyendas” de este escritor, “Las Tres Fechas”, en la que Bécquer refleja la magia y el misterio que encierran la mayoría de las calles de esta zona de la ciudad. En esta leyenda, el autor anota en su cartera de dibujo tres fechas:

  1. La primera de estas fechas narra su primera visita a Toledo, en la que recorre la ciudad. Al pasar por un antiguo caserón, nota que alguien le observa tras las cortinas de una de las ventanas. Bécquer logra ver a una mujer envuelta en el misterio, y al instante le invade un amor incontrolada por ella.
  2. En la segunda fecha, Bécquer regresa a Toledo, y continúa visitando la ciudad. Se encuentra con un convento, en uno de cuyos altos miradores ve una mano que le saluda. La mano desaparece misteriosamente, y nunca más la vuelve a ver.
  3. Es en esta tercera fecha cuando, en su tercera visita a la ciudad, el autor regresa al convento, entra en él, y es testigo de una ceremonia en la cual están cortando el pelo a una muchacha que se convierte en novicia. No es cualquier muchacha: es la mujer misteriosa de la que había estado enamorado desde su primera visita a Toledo.

La construcción de la Catedral de Santa María, llamada también “Catedral Primada de España”, se inició en 1226, bajo el reinado de Fernando III el Santo. Es éste un título otorgado por los Reyes Católicos, que significa el templo más importante en la iglesia católica de España.

Se edificó sobre los cimientos de una iglesia visigoda del siglo VI, y fue utilizada como mezquita en época musulmana, y su construcción duró 270 años.

Tiene influencia del gótico francés del siglo XIII.

Posee zonas de acceso en tres de sus fachadas, pero destaca el conjunto de tres puertas de la fachada occidental que dan a la Plaza del Ayuntamiento, llamadas del Perdón o de los Escribanos, del Juicio Final o de los arzobispos o de los Reyes, y del Infierno o de las Palmas.

La catedral es toda excepcional, pero posee dos tesoros realmente únicos:

El “transparente”, una de las obras más importantes del estilo churrigueresco o barroco español del primer tercio del siglo XVIII. Fue realizado por Narciso Tomé en 1732, y representa la Gloria de todos los santos. Es una ventana oval que se realizó rompiendo el muro del ábside, con el fin de dar luz al sagrario. La ventana está rodeada de esculturas de los arcángeles. Al entrar la luz del sol por el transparente, se crea un impresionante efecto de iluminación en la capilla mayor.

La monumental custodia de la Catedral de Toledo fue realizada por el platero Enrique de Arfe entre 1515 y 1523, a encargo del Cabildo de la Catedral de Toledo, y con el objetivo de albergar un “ostensorio” (custodia de tipo portátil que contiene la sagrada forma) de oro que perteneció a Isabel la Católica, realizado por Jaume Aimeric entre 1495 y 1499. Según la leyenda, el ostensorio fue realizado con el primer oro traído de América por Cristóbal Colón.

La custodia resultante es una torre gótica de plata dorada de 2,5 m de altura, con 8 kg de oro y 183 de plata, y 5.600 piezas unidas con 12.500 tornillos. Cuenta, además, con 250 estatuillas de plata dorada y, en lo más alto, la corona y una Cruz de diamantes.

En 2002 se desmontó para limpiarla y se consiguió montar luego pieza a pieza, siguiendo las instrucciones originales de Enrique de Arfe del siglo XVI.

Después de comer (por cierto, de maravilla, apuntadlo) en el restaurante Recaredo, que cuenta con unas preciosas vistas sobre el rio Tajo, unos cuantos asociados aprovechamos para darnos otra vuelta por la ciudad, en concreto por la judería:

Entramos en la judería, atravesando la muralla por la Puerta del Cambrón, de 1576 y origen musulmán.

Denominada antiguamente “Puerta de los Judíos” o “Puerta de Santa Leocadia” (patrona de Toledo), su actual nombre proviene de las cambroneras, arbustos espinosos que crecían en el lugar.

Esta puerta es la única de la ciudad antigua, abierta al tráfico rodado.

La judería era el barrio en el que vivía la comunidad judía de Toledo (la más poblada y rica del Reino de Castilla) en los siglos XII y XIII.

Hoy se conservan dos lugares de culto judío o sinagogas: Santa María la Blanca y El Tránsito, que funcionan como museos.

El Monasterio de San Juan de los Reyes se encuentra también en la judería, si bien es un templo gótico.

Fueron los Reyes Católicos quienes mandaron construir este monasterio, en conmemoración de la victoria obtenida en Toro en 1476, pero también con la intención de ser enterrados aquí, si bien finalmente lo fueron en la Catedral de Granada.

En la fachada del Monasterio se ven los grilletes y las cadenas que (dicen) fueron de los prisioneros cristianos liberados en la Conquista de Granada.

Y aquí termina esta «breve» reseña de Toledo, una ciudad que nos ha conquistado. Quien haya logrado leerla entera, tiene premio a la paciencia: un mazapán toledano.

Un afectuoso abrazo.